Mientras el mundo callaba los horrores del apartheid, Cuba luchaba por la libertad de Angola
El apoyo de Cuba a los movimientos revolucionarios del África negra, que vivía momentos de creciente auge, comenzaron en 1965, cuando el Che Guevara avizoró «la necesidad de brindar su aporte solidario e impedir la recolonización de Zaire y contribuir a la lucha armada de los pueblos de las colonias portuguesas, como punto de partida para el gran y definitivo combate: la liberación del pueblo sudafricano del yugo ignominioso del apartheid y la independencia de Namibia ocupada también por los racistas blancos de Pretoria».
Dentro de África las luchas por la emancipación tomaban vigor en los países recién independizados y sobre todo en aquellos sometidos aún al dominio colonial. El Comandante Guevara lo supo apreciar en un extenso recorrido por numerosas naciones de ese continente.
Su idea inicial fue apoyar ese apogeo revolucionario en Zaire, donde los rebeldes, pese al asesinato de su líder Patricio Lumumba por orden de los antiguos colonialistas belgas, continuaban la resistencia armada para derrocar al gobierno neocolonial de Tshombe-Mobutu y los mercenarios blancos reclutados y pagados por Estados Unidos.
A inicios de 1965, el Che también sostuvo en el Congo Brazzaville entrevistas con la dirección del MPLA. «De este encuentro histórico surgiría otro compromiso, a solicitud de los patriotas angolanos: la ayuda al movimiento guerrillero contra el colonialismo portugués» .
Ambas contribuciones solidarias fueron aprobadas por el Partido Comunista de Cuba. De ese modo llegó el Che a tierras africanas en compañía de más de un centenar de internacionalistas. Constituían la llamada Columna Uno, dispuesta a entrenar y pelear junto a los lumumbistas.
Durante los meses de permanencia en Zaire, libraron más de cincuenta acciones combativas en condiciones de extrema adversidad sin ser vencidos por el enemigo; pero la ausencia de un movimiento patriótico vertebrado con el cual colaborar los llevó a interrumpir la misión.
Entrenada con similar rigor, una segunda columna marchó al Congo Brazzaville.
Esta columna que adoptó «el nombre de Batallón Patricio Lumumba tenía múltiples misiones. Era, en primer lugar, reserva de la columna del Ché, a cuya fuerza se uniría en caso necesario y en el momento oportuno.
«Tenía además la tarea de prestar ayuda al gobierno progresista del Congo, amenazado de agresión por el régimen de Leopoldville (hoy Kinshasa)… No menos importante era la misión de participar con un grupo de asesores combatientes en el Segundo Frente guerrillero del MPLA en Cabinda y entrenar columnas de combatientes angolanos, equiparlos y ayudarlos a emprender la ruta hacia el interior de Angola, hacia el Primer Frente al norte de Luanda.
Un grupo de seis oficiales y soldados del Batallón entrenó a los guerrileros angolanos en la provincia de Cabinda y combatió junto a ellos. Mientras, otros miembros del Batallón, ubicados en sus campamentos en el Congo Brazzaville, organizaron, prepararon y armaron tres columnas del MPLA: la Camilo Cienfuegos (entre abril y julio de 1966), el escuadrón Kamy (agosto—diciembre de 1966) y la Ferraz Bomboko (1967). El entonces capitán Rafael Moracén, quien había sido un hombre clave en las acciones militares en Cabinda, estaba también al mando de los instructores que entrenaron las tres columnas.
Esta colaboración directa se brindó entre 1965 y 1967, mientras la dirección del MPLA y el Batallón Lumumba permanecieron en el Congo Brazzaville.
A partir de entonces y hasta 1974 la solidaridad cubana con los revolucionarios angolanos se manifestó en el respaldo a su lucha patriótica en importantes escenarios internacionales como las Naciones Unidas y el Movimiento de Países No Alineados, así como en el entrenamiento de hombres y la concesión de bolsa de estudios universitarios, en Cuba.
CONTINUIDAD Y NUEVA ETAPA
En la nueva etapa de lucha que se inicia en 1975, cuando los Acuerdos de Alvor son descaradamente violados por el FNLA y la UNITA, dirigidos, financiados, entrenados y armados por la CIA, Sudáfrica y Zaire, el MPLA solicita con urgencia la colaboración militar de Cuba.
El primer comandante Díaz Argüelles, entonces jefe de la Décima Dirección del MINFAR, es quien asume la tarea.
Luego de su primer contacto con el MPLA en Luanda entre el 3 y el 8 de agosto de 1975, el 21 de ese propio mes está de regreso en Angola para radicarse en Luanda al frente de la Misión Militar cubana, como respuesta de Cuba a las peticiones de los revolucionarios angolanos.
El MPLA había planteado a través de Díaz Argüelles la necesidad de aproximadamente 100 instructores para contribuir a la preparación de unidades de las FAPLA (Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola).
El plan sugerido por Cuba contemplaba organizar, preparar y armar unas 50 unidades de las FAPLA (batallones de infantería y baterías de artillería), en cuatro escuelas militares que se crearían: los Centros de Instrucción Revolucionaria (CIR) de Dalatando, al este de Luanda; Cabinda, en el norte del país; Saurimo, en la región nordeste, y el ubicado en el sur de Benguela.
Cuba había decidido ofrecer al MPLA casi cinco veces más instructores que los pedidos . «Si ibamos a mandar a nuestros hombres teníamos que enviar los suficientes para cumplir la misión y defenderse, porque un grupo demasiado pequeño habría sido arrasado», testimonió Jorge Risquet .
Tres buques se encargan de transportar a la mayoría de los instructores y sus jefes; los otros hacen el viaje por avión. Suman 480 hombres, y junto a ellos arriban a suelo angolano, entre el 5 y el 11 de octubre de 1975, 12 000 fusiles checos R—52, piezas de mortero, antiaéreas y cañones antitanques, así como uniformes, alimentos y demás avituallamiento, para dotar en los CIR a las unidades de las FAPLA.
Ubicadas en lugares clave desde el punto de vista geográfico, las cuatro escuelas entraron en funcionamiento a mediados de octubre de 1975 con oficiales cubanos al frente; los comandantes Romárico Sotomayor García y Eustaquio Nodarse Bonet, el primer comandante Ulises Estrada Reyes, y el cuarto centro, con más instructores y reforzado en armas, dado el aislamiento de Cabinda con respecto al resto del territorio de Angola, estaba bajo la conducción del comandante Ramón Espinosa Martín.
CRECEN LOS PELIGROS
A la llegada de los instructores cubanos, el panorama político—militar en Angola se hacía cada vez más complejo. Existía el gobernador portugués con un Ejército que, regresando a la metrópoli, era cada vez menor. Dicha tropa no cuidaba las fronteras, cual era su deber, unidades zairenses penetraban por el Norte y avanzaban en silencio sin que la autoridad portuguesa impidiera la violación.
Aunque el MPLA mantenía bajo su control 11 de las 16 provincias gracias a las acciones de las FAPLA, desde el mes de agosto instructores sudafricanos entrenaban a efectivos del FNLA y la UNITA, dentro del propio territorio angolano.
La injerencia de Sudáfrica también venía en aumento. «Primero, enviaron un destacamento a Calueque y a Ruacaná —15 kilómetros en el interior de Angola— con el pretexto de cuidar las instalaciones del complejo hidroeléctrico del río Cunene que proporcionaba energía a Namibia».
Esto suscitó una débil protesta diplomática del gobierno portugués, pero nada más… Por último el 14 de octubre penetró la Columna Zulú, sin que el gobernador moviera un dedo. La guarnición portuguesa en Moçamedes (una compañía de paracaidistas y una nave marítima) abandonó la posición, conminada por los invasores sudafricanos. Luanda es cada vez más amenazada tanto por el Norte como por el Sur. Queda bien clara la confabulación de las potencias imperialistas para impedir la independencia. En esa agresión, «Estados Unidos marchaba delante, flanqueado por Zaire y Sudáfrica. Inglaterra y Francia formaron en la retaguardia. Esta era la coalición que se creaba en el verano de 1975 detrás de la UNITA y el FNLA».
Entre los días 2 y 3 de noviembre, en Catengue, instructores militares cubanos y sus alumnos angolanos del CIR ubicado en el sur de Benguela, intentan detener el avance de la columna blindada sudafricana, la cual desde el 14 de octubre avanzaba desde Namibia hacia el Norte angolano en dirección a Luanda. Es esa la primera resistencia organizada que encuentran los invasores, quienes a pesar de sufrir sensibles bajas pueden franquear la posición y continúan avanzando hacia el Norte debido a su superioridad en hombres y medios. Sangre cubana y angolana se derramaban juntas por primera vez.
OPERACIÓN CARLOTA
Para los cubanos, formados en una profunda vocación internacionalista, había un solo camino: no dejar solo al pueblo angolano en esa hora crucial.
Con Fidel y Raúl al frente, la Dirección del país tomó la decisión de enviar las primeras tropas regulares a combatir en Angola para enfrentar a los agresores sudafricanos.
El día 5 Fidel Castro se reunió con los primeros voluntarios. Les habló «sobre todo de la invasión sudafricana. Dijo que algunos de los instructores cubanos habían muerto, que la situación era difícil, que debíamos detener a los sudafricanos antes de que llegaran a Luanda y que muchos de nosotros no regresaríamos. Dijo que le era muy duro decir eso y no acompañarnos», relató el oficial René Hernández Gattorno, uno de los dispuestos a participar en la misión internacionalista.
Cualquiera de los hombres seleccionados podía decir que no; la decisión personal, con absoluta libertad, determinaba quien partía o no hacia el campo de batalla. Empezaba así la Operación Carlota, que duraría 15 años y medio, hasta el 25 de mayo de 1991, cuando los últimos 500 internacionalistas cubanos en África regresaron a la Patria, tras demostrar con creces el espíritu solidario del pueblo Cubano, y la capacidad de un pequeño país para movilizar numerosos medios y fuerzas militares.
Con el objetivo de tomar Luanda, los atacantes del Norte habían intentado en dos oportunidades romper la defensa de las FAPLA en Quifangondo, situado a 22 kilómetros de la capital.
En ambas ocasiones (23 de octubre y 6 de noviembre) los agresores habían sido rechazados por combatientes de las FAPLA y unos 40 instructores cubanos y sus alumnos angolanos del CIR de Dalatando.
Para el tercer y último asalto, el 10 de noviembre, los agresores preparan una agrupación poderosa y heterogénea: a las huestes regulares del FNLA y los mercenarios portugueses se sumaron al menos dos batallones de infantería y varios blindados del ejército regular de Zaire, un general y 25 oficiales del régimen del apartheid bien equipados con cañones pesados, traídos por avión desde Sudáfrica y varios oficiales paramilitares de la CIA. También disponían de un avión de los racistas para explorar las posiciones de las FAPLA.
Los defensores de Quifangondo también se reforzaron. A los participantes de los anteriores combates antes mencionados, se sumaron 200 soldados de infantería katangueses y dos baterías de artillería de Cuba: una de morteros 120 mm y una batería de cohetes reactivos BM21 llegados al puerto de Luanda el mismo día 7. El armamento soviético en el barco La Plata procedente de Punta Negra y los artilleros por avión en vuelo Habana—Brazzaville—Luanda.
La primera compañía del Batallón de Tropas Especiales arribó a Luanda el 9 de noviembre. Al día siguiente ya estaba dislocada en Cacuaco, como reserva de las fuerzas angolano—cubanas desplegadas en Quifangondo.
Bien temprano en la mañana del 10 de noviembre comienza el combate. Los atacantes reciben una aplastante derrota.
Los medios blindados de los agresores son puestos fuera de combate y su infantería, bajo el fuego de los BM21, sufre numerosas bajas. Esto les provoca un verdadero pánico y determinó su comportamiento en los meses posteriores, caracterizado por la retirada, la destrucción de puentes para dificultar la persecución y el saqueo de viviendas con el fin de llevarse valiosos artículos hacia Zaire.
Luanda estaba salvada. Pasado un minuto de las 12 de la noche del día 10, el presidente Neto proclamó en un mitin multitudinario, el nacimiento de la República Popular de Angola.
Acto seguido, ese mismo día 11, bajo las órdenes de Díaz Argüelles la unidad de Tropas Especiales marcha rumbo al Sur para establecer una línea de resistencia a los invasores.
Días antes, el 8 de noviembre, había comenzado la batalla de Cabinda que se prolonga hasta el día 12.
El enemigo agrupa un regimiento reforzado del ejército regular de Zaire, más hasta tres batallones del llamado Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC), otra organización fantoche y una compañía de mercenarios blancos. Poseían blindados AML—90, una batería de morteros, obuses y numerosas baterías de artillería de diverso tipo.
Pese a la superioridad del número de hombres y armas de los invasores que ataca el enclave desde tres direcciones, después de cruentos combates durante cuatro días, un crecido número de atacantes es aniquilado y dispersado el grueso de ellos, y el resto se retiró desmoralizado a Zaire, sin dejar de cometer atrocidades contra la población civil indefensa.
A mediados de noviembre (13 y 14), la columna sudafricana es detenida en las márgenes del río Queve. Unidades de las FAPLA, instructores cubanos y sus alumnos del CIR de Benguela, junto a las primeras compañías del batallón de Tropas Especiales son los protagonistas de la hazaña. Vuelan los puentes sobre el Queve y establecen la línea defensiva Porto Amboim—Gabela—Quibala, la cual jamás fue superada por el enemigo.
Bajo la dirección del oficial René Hernández Gattorno, jefe de una de las compañías del Batallón de Tropas Especiales, tendrá lugar días más tarde otro hecho que marcó pautas: el combate de Ebo del 23 de noviembre, al sur de la mencionada línea defensiva. La acción culminó con una sangrienta derrota para los sudafricanos, quienes al perder entre 80 y 90 hombres y numerosos equipos blindados, quedaron tan desmoralizados que detuvieron su ofensiva durante varias jornadas.
El apoyo desde Cuba seguía en ascenso. El 13 de noviembre había llegado a Angola el comandante Leopoldo Cintra Frías, para ponerse al frente de un regimiento de artillería que desembarcaría en Angola entre el 27 de ese mes y el 1ro. de diciembre. Tras la incorporación de esas nuevas unidades la situación empezará a cambiar a favor de las fuerzas revolucionarias.
A finales de noviembre está también junto al MPLA el comandante Abelardo Colomé Ibarra para hacerse cargo de la Misión Militar Cubana. Él, Cintra Frías y Díaz Argüelles conformarán la jefatura cubana de la guerra contra Sudáfrica, sus aliados y fantoches.
Desde las primeras semanas de noviembre, las tropas invasoras que avanzaban desde el Norte habían sido derrotadas en Quifangondo. Luego sucedería algo similar en el Sur, tras las acciones en las cercanías del rio Queve y el combate de Ebo. A partir de ahí avanzará la ofensiva contra las tropas sudafricanas.
Para fines de marzo de 1976 las últimas unidades invasoras abandonan el suelo angolano. En ese lapso de aproximadamente cinco meses, arriban de manera incesante a Angola miles de internacionalistas cubanos, fuertemente armados, hasta alcanzar la cifra de 36 000 efectivos.
El 27 de marzo de 1976 el último destacamento de los racistas sudafricanos cruzó el río Cunene y se internó en la Namibia ocupada por el apartheid. Desde el Océano Atlántico hasta la frontera con Namibia, y de Cabinda a Cunene, la República Popular de Angola estaba libre de los invasores y sus fantoches. Todo parecía indicar que la guerra había llegado a su fin, y que después de un determinado plazo para que las FAPLA pudieran asumir la defensa del inmenso territorio, ya no haría falta mantener la ayuda altruista de los internacionalistas cubanos.
Fuente : granma