Resistencia en déjà vu

De igual modo he tomado decisiones que solo logro justificar a mí mismo, sin importar el razonar colectivo de organizaciones, partidos, movimientos y gente muy cercana. Alejarme del consenso grupal y de lo que se ha denominado “políticamente correcto”, lo he hecho cada vez que ha sido necesario para atender mi universo de visiones premonitorias infestadas de sangre, muerte, miseria, tristeza, desesperación y derrota.
La resistencia a esas imágenes, o su contención hasta doblegarles por otras donde la vida se imponga, me llevó a la creación de trincheras invisibles, silenciosas, que evitan la desmoralización, pequeñas zonas de distensión donde las luchas pueden recuperar el aliento para ganarle tiempo a la barbarie.
Sin embargo, algunas no son tan invisibles y demandan sacrificar el ego, enfrentar la vergüenza, y actuar de forma políticamente “incorrecta” con decisiones que llevaron, por ejemplo, a votar por Juan Manuel Santos a la Presidencia (decisión que evitó que la cifra de muertos y detenidos por montajes judiciales hoy fuera mucho mayor, afectando a organizaciones sociales que ya, de por sí, están sumamente golpeadas y tratando de no desaparecer).
También hay otras decisiones donde la vergüenza se asume de manera personal, pues no está dado que las imágenes premonitorias, la forma de aplazar o contener la desmoralización y la barbarie, se manifiesten de igual modo en colectividades donde prima la imposibilidad de asumir riesgos y crisis por fuera de estructuras predeterminadas, algo que trae consigo el fracaso al momento de atender contextos específicos e irrepetibles, tal como sucede confusamente en escenarios de época electoral.
Las derrotas sufridas igualmente llegan con visiones nefastas, imágenes que por su carácter repetitivo se enquistan en la psique cambiando solo de época o momento: las mismas estrategias empleadas una y otra vez, gente reencarnando el ego políticamente correcto de procesos ya fracasados en las ciudades, tan solo provocan resistencia contra la lógica estratégica de quienes ya fracasaron de manera reiterada. Aquí el carácter visionario de la ciencia ficción, sus advertencias, ya no resultan necesarias, pues basta la experiencia para conocer el desenlace…
Lo anterior sucede mientras asistimos a una avanzada donde el miedo y sus ejércitos poblaron la sociedad más allá del terrorismo de Estado. Es de recordar que los territorios mentales fueron colonizados con décadas de envenenamiento mediático que afectó a una inmensa mayoría que ya no requiere del miedo, de su manipulación, para apartarse o estar en contra de quienes luchan por la libertad, la dignidad y la vida.
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Bajo estas circunstancias la idealización de sacrificarlo todo por una causa se nos presenta como aquello que debe asumirse de manera literal pero responsable, sin reducirlo al heroísmo y la cifra imparable de mártires que el terrorismo de Estado acumula ante nuestra impotencia y enojo.
Es por todos nuestros muertos, en honor a su memoria y herencia de luchas, que ahora debemos comprender que sacrificar o arriesgar la vida no es darlo todo por una causa. Darlo todo implica, en estos tiempos y contextos, sacrificar hasta la reputación, confrontar egos propios y ajenos y asumir la vergüenza por el bien colectivo, siempre sabiendo que los resultados serán de largo aliento, y donde pocos sabrán que permitieron el continuar de las luchas presentes o la resistencia de futuras generaciones.
*La novela 1984 fue escrita por George Orwell entre 1947 y 1948, y publicada el 8 de junio de 1949.
Por: Alexander Escobar
REMAP
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